Desde el miércoles 11 de este mes ando doblado, y creo que es de la risa. Y sin embargo no termino de entender por qué entonces ese rictus en la comisura de mis labios, que no acompaña al resto y sugiere una amargura enemiga del regocijo.
La causa de semejante estado de hilaridad incongruente no es otra que la lectura de una pieza leída en infolibre que da cuenta del comienzo de las reválidas en Castilla y León, Madrid, Galicia y La Rioja. La noticia es en sí de lo más prescindible: una especie de brevísimo reportaje con manifestaciones bastante tópicas de profesorado al respecto. Mas, repentinamente, no puedo reprimir la carcajada y vuelvo aprisa a la cabecera del periódico para confirmar que se trata de una publicación de humor como otras que en ocasiones me han hecho picar y tomar por buena alguna barbaridad puesta en boca de políticos y otras celebridades, tal cual la que hace un año en Rokambol afirmaba que Wert había decretado que se añadiera a los ejercicios sobre ecuaciones de segundo grado la expresión “si dios quiere”.
Pues no, no es un montaje, no es una gracia del redactor, es algo bastante más serio y por eso me da tanta risa la cosa: una maestra se queja de que a sus alumnos de sexto de Primaria se les pregunta por la célula eucariota, y “no la han dado”. Habrá que creer a la colega, pero antes es conveniente pedirle que mire a ver si es que se ha saltado la lección y provoca un daño intelectual irreparable en esas criaturas con tan negligente olvido.
¡Nada menos que la celebre célula eucariota! Creí a pies juntillas que se trataba de un chiste porque las características de las células eucariotas es una de las preguntas de un examen (la décima, exactamente) que muchos profesores y profesoras conocemos muy bien desde que José Manuel Esteve y Julio Vera lo utilizaran hace años para demostrar lo absurdo e irracional de las enseñanzas que se imparten, y lo absurdo e irracional de la evaluación que se practica a lo largo de todo el sistema educativo. A la eucariota le acompañan otras cuestiones como el nombre de las células que producen los gametangios, la definición de la oración recíproca indirecta, los principales biomas terrestres, qué se consiguió con la paz de Augsburgo, y otros datos de indudable, inestimable y sobre todo incalculable valor para la formación humana integral de las personas. Desde que lo empleo con el mismo propósito en mis clases, ni uno solo de mis estudiantes ha “recordado” suficientes respuestas correctas para aprobar el examen, que sin embargo pregunta por “cosas” que efectivamente se han estudiado en algún momento. La inmensa mayoría de ellos no pasa del muy deficiente; incluso los que demuestran ser gente brillante, que los hay, palabra. Juraría que cuanto más brillantes son, más fácilmente han conseguido lastrar de basura sus cerebros olvidando semejantes anécdotas. Porque es que el saber sí ocupa lugar, sospechábamos muchos y ha descubierto no hace tanto la neurociencia.
¿Será que es tan importante saber eso de la eucariota y nos obstinamos en ignorarla? ¿Será que solo quienes estén familiarizados con ella tienen reservado un puesto en la gloria intelectual, a la diestra del ministro (de turno, a dios gracias)? Será mi propia estulticia que me obceca, pero me resisto a creerlo.
Hombre, no está mal que quienes deciden que hay que evaluar el sistema educativo a partir de los resultados de aprendizaje de los estudiantes partan de la base de que no pueden fiarse de los profesores. No es que yo esté de acuerdo, que desde luego que no, pero es un punto de partida para quienes después van a desarrollar todo un sistema de rendición de cuentas aparentemente independiente de la voluntad (floja, ya se sabe) e intención (mala, siempre mala) de los docentes. Pero hombre, si no se fían del profesorado, por lo menos que pongan al frente de la redacción de las pruebas a personas de las que los demás sí nos podamos fiar, gente que sea capaz de hacer preguntas con sentido que den la medida de lo que se estudia y se aprende de verdad en la escuela. Ah, claro, que no es fácil. Que es imposible, ya.
Y sin embargo, cualquier maestra, puesta al frente de tan absurda tarea, es capaz de hacer preguntas bastante más sensatas y ajustadas a lo que se espera que sus estudiantes deban haber aprendido.
¿Es mera incompetencia o hay toda una legión de tontos útiles, cada uno en un frente, sirviendo a una estrategia global bien urdida de acoso y derribo de la educación?
Publicado el 26 de mayo de 2016 en Periódico Escuela