El debate sobre los deberes no va a tener
fin. Tampoco es nuevo, ni mucho menos, aunque en las últimas semanas haya
cobrado un protagonismo especial. En las redes sociales se pueden encontrar
numerosas iniciativas que denuncian lo absurdo y lo desmesurado de las tareas
para casa, exigen su racionalización o ponen el acento en la injustificada e
injusta dedicación laboral de
infantes y adolescentes. Son muchos los niños y muchas las niñas que pasan al
menos cinco horas en la escuela y luego deben dedicar otras dos en casa a esas
otras actividades que llamamos deberes. Eso los pequeños. Las cifras aumentan a
medida que ellos crecen, con lo que no es raro encontrar a personas de trece o
catorce años que deberían asistir durante siete horas a su centro y luego
destinar otras dos o tres, a diario, a completar el trabajo que no se ha
resuelto en él.
El debate tiene muchas caras. La de las
diferencias sociales y culturales de las familias es una de ellas, y una de las
razones de la polarización en las opiniones. Véanse si no las que ofrecen
CONCAPA y CEAPA en un reportaje de ABC.es sobre el particular del 20 de
octubre. Están quienes hacen los deberes en casa con ayuda y quienes no cuentan
con ella. Quienes tienen en su hogar ambiente de conocimientos y cultura y
quienes carecen de él. Quienes tienen acceso a clases particulares y quienes no
pueden permitirse ese lujo. Quienes, si no tienen tareas escolares que hacer,
completan su formación con actividades de diversa índole, las mal llamadas
extraescolares, y quienes pasan las tardes abandonados a la influencia de la
televisión, los videojuegos o las redes sociales… Para muchas familias es una
bendición que sus hijos tengan una ocupación, obligatoria, que les distraiga de
otras menos deseadas, desde estar en la calle sabe dios con quién hasta
relacionarse, sabe dios con qué o con quién en internet.
En cualquier caso, buena parte de los
niños y de las niñas tienen cada día más una agenda sobrecargada que les ocupa
más horas de las deseables porque les roba el tiempo que necesitan para no
hacer nada, para jugar, para soñar, para descubrirse y repensarse. Para vivir.
Otra cara del asunto de los deberes, muy
distinta de la anterior, tiene que ver con la naturaleza del trabajo escolar y,
por tanto, con las características de las tareas para casa. El problema
entonces no es exactamente la carga de trabajo, sino que se trate de una
ocupación pesada, aburrida e inútil. Tan pesada, aburrida e inútil como la
mayor parte de la tarea escolar. La escuela tradicional, academicista, trabaja
con una información cada día más restringida, menos valiosa, mientras fuera de
ella hay un mundo mucho más interesante, mejor presentado y más asequible, potencialmente
más capaz de mostrar la complejidad de la vida real. Si conseguir el interés y
la atención de los escolares en horas de clase es difícil por la existencia de
esos dos mundos tan alejados, no digamos del valor educativo y emocional que
pueden tener las tareas que se corresponden con esa escuela tradicional, que
suelen ser repetición, machaque, de lo que no se ha podido afianzar en clase,
bien por falta de tiempo, bien por necesidad de abarcar más de lo que se puede
apretar. Mucho, pero sin sustancia.
A los adultos, y también a niños, niñas y
adolescentes, nos falta tiempo en el día para dedicarnos a aquello que
realmente nos entusiasma. Las horas pasan volando cuando la actividad a la que
nos entregamos nos satisface, nos divierte, nos emociona. Si pudiésemos pensar
en una escuela capaz de involucrar a los escolares en proyectos interesantes en
sí mismos, ilusionarlos con la emocionante tarea de descubrir, de aprender,
comunicarles el deseo de conocer, entonces seguro que no sería necesario
encargar deberes para casa; claro que en ese caso todo lo que hicieran fuera de
las horas de clase no se llamarían “deberes”. Entonces probablemente sí habría
que ser tajantes en establecer un horario formal para la alimentación, el
ejercicio, el descanso y el sueño.
Publicado en Periódico Escuela el 5 de noviembre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario