jueves, 8 de octubre de 2015

Descolonizar la educación


Mi amigo y compañero Paco Espadas acaba de publicar un nuevo post en su blog Escuela de ciudadanía, herramienta privilegiada de sus clases de Filosofía y de Ética, y como de costumbre me aporta ese revulsivo inspirador que siempre tienen sus reflexiones afiladas. Con frecuencia también pesimistas y hasta demoledoras, pero nunca derrotistas: a la descripción analítica de la realidad siempre acaba oponiendo ese atisbo de esperanza que nos permite creer que otro mundo es posible… si es que luchamos con convicción y firmeza por cambiar el que vivimos.
Con sencillez y lucidez a partes iguales afirma que los valores en los que se supone que educamos “históricamente contribuyen a la supervivencia del sistema económico y social vigente”, y hace una relación de algunos de los que de verdad se trabajan en la escuela (sean cuales sean los que se declaran y se dice perseguir, siempre los opuestos), como competitividad, individualismo, éxito, desigualdad, sacrificio, excelencia, utilidad, inmediatez, posesividad… Otros les llamarían currículum oculto, cuando lo cierto es que no lo hay más explícito. No son los contenidos de las áreas y asignaturas, no son las arengas bienintencionadas, no es la catequesis; sino los métodos de trabajo y la evaluación los que se encargan de grabar a sangre y fuego en las jóvenes generaciones los instrumentos de la perpetuación del modelo dominante establecido. Que es el del mercado.
Lo que Paco está planteando es ni más ni menos la estrecha dependencia de los valores de la cultura en la que se producen. Eso es relativismo cultural y social. Y que la escuela es la institución a la que la sociedad ha hecho el encargo de transmitirlos. Eso es, una vez más, Althusser insuperable, sin fecha de caducidad.
Acabo de volver de El Salvador, un paisito (expresión que mi salvadoreño amigo William emplea sin el más mínimo asomo de desprecio –todo lo contrario–; ni yo tampoco) al que he tenido la oportunidad de viajar por tercera vez en doce años, y del que de nuevo me traigo tanta pesadumbre como riqueza emocional e intelectual. Como no podía ser de otra manera, las Epistemologías del Sur y en general el pensamiento de Boaventura de Sousa están empezando a ser objeto de atención en aquella parte del mundo, por lo que tienen de identitario entre los excluidos, los marginados, los desposeídos, los sometidos… entre los pobres, en definitiva. Porque subversión y revolución son conceptos aparejados a la construcción de esas epistemologías.
La idea abanderada de las Epistemologías del Sur para la educación es la descolonización, sugerente por lo que contiene de liberador y emancipador. Sin embargo, tal y como advierte De Sousa, el concepto de Sur es metafórico y no geográfico (hay un norte en el sur y un sur en el norte, aclara); y el de descolonización se refiere más a sacudirse la opresión actual, en cualquiera de sus formas, que a la pelea de las colonias por independizarse de las metrópolis. Añade Boaventura que, por difícil de entender que parezca, ninguna injusticia es tan terrible como la injusticia cognitiva, que ha secuestrado las ideas de ciencia y de cultura relativas a los contextos peculiares para instalar en el pensamiento de todos otras que, naciendo del positivismo, han conseguido hacernos creer que no hay más ciencia ni más cultura que las que hoy emanan de ese norte metafórico al que se oponen las del sur. Ni más ideales de verdad, bondad y belleza. Ni más valores realmente útiles para desenvolverse en esas culturas que los de verdad dominantes, es decir, los que mi amigo Paco enumera y describe con precisión y que resultan ser… los contravalores que decimos denostar.
De todo lo anterior creo que se deducen varias premisas para pensar despacio, a saber:
Que en El Salvador y en España estamos exactamente en la misma encrucijada, sin que sea especialmente relevante pertenecer geográficamente a Centroamérica o a Europa y sin que importe realmente de dónde salió Colón y a dónde llegó un 12 de octubre; que la escuela sí puede hacer algo significativo por la descolonización de la educación, pero que tendremos que ser los maestros quienes lo hagamos porque los sistemas educativos trabajan con otra lógica, que es la del poder y ése es el Mercado; que la transformación solo se hará a través del cambio en las prácticas cotidianas; que para ello es imprescindible creer en la concientización del profesorado, exactamente de la misma manera en que Freire la definió y argumentó; que descolonizar la educación, allí y aquí, es trabajar para transmitir valores, pero los declarados, no los que subrepticiamente impone el estilo de vida único y universal y aceptamos de hecho con nuestras prácticas. Es hacer escuela desde la convicción de que educar es una herramienta valiosa para subvertir el orden establecido, para pelearle al mercado el lugar que corresponde a los seres humanos, a los individuos en comunidad.
Publicado en Periódico Escuela en octubre de 2015.

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