Publicado en Escuela en septiembre de 2012
No quisiera parecer desagradecido, pero ya me
podía haber invitado Escuela a estrenarme en esta columna en otro momento más
facilón. Y no es que corran tiempos calmos: asuntos de actualidad sobran porque
anda el patio revuelto. Pero no es fácil abordar ninguno y ser original ni en
los planteamientos ni en los contenidos. Dense si no una vuelta por Twitter o
Facebook y verán.
Verán que se habla del controvertido
privilegio de que gozamos los funcionarios, de los recortes salariales y del
aumento de las horas de trabajo pero con más alumnos por grupo y la necesidad
de atender a todos según sus necesidades, que eso no ha cambiado. O quizás
sí ha cambiado y esa es la novedad.
Verán también que disminuye el número de
docentes en la pública mientras sube en la privada. Y crece el beneficio de
esta última, que no sé si tendrá que ver con lo primero. Lo que sí sé es que
tanto la pública como la concertada las pagamos todos, pero no percibimos los
réditos de la segunda.
Verán que se discute la LOMCE, que se
analizan las reválidas de Wert y lo que tienen de regreso al pasado, de
simplificar la meritocracia escolar pero a costa de revitalizar los méritos de
cuna y rebajar las expectativas de promoción social de los menos
favorecidos.
Verán que se debate la nueva orientación de
la educación para la ciudadanía, que excluye de sus contenidos precisamente
aquellos que mejor definen lo que es ser ciudadano, los relacionados con
aprender a intervenir, moralmente en paz con uno mismo, en los asuntos de
la convivencia en una sociedad cada día más diversa y compleja.
Verán, en fin, que se escribe sobre el cheque
escolar, la merma de las tutorías, el bachillerato de pago, el fin de la
escuela 2.0, el ocaso de la formación permanente, las fiambreras a 3 euros en
concepto de desgaste de comedor, una universidad más cara y selectiva pero no
mejor ni más selecta, unas becas con devolución programada. Y de fondo el desprestigio de lo público, de lo de todos
pagado con el dinero de todos para asegurar y proteger el beneficio de muy
pocos.
Aunque el curso
asoma convulso, confieso que no sé exactamente qué decir ni sobre qué. Puede
que el mes que viene.
Para ser un prólogo no está mal. Como introducción me parece profundo y certero. Esperamos con premura la próxima entrega. A ver si seguimos con el pilotito de la esperanza encendido después de tanto desasosiego.
ResponderEliminarGracias en forma de abrazo.
Xtóbal