miércoles, 13 de febrero de 2013

Sin tapujos



Louis Althusser afirmó que la escuela es el aparato ideológico del Estado. Ivan Illich aspiraba a una sociedad desescolarizada. Mucho más recientemente, Ken Robinson asegura que las escuelas matan la creatividad. Tales pensamientos de autor hay que tomarlos como lo que son: denuncias del papel de la educación en nuestras economías (post)modernas. Tras ellos hay un sustrato común que viene a desenmascarar a los sistemas educativos, en superficie defensores del desarrollo ilimitado de las potencialidades humanas, pero de hecho pensados para convertir al educativo en un sutil proceso de socialización a lo bestia, es decir, en el inadvertido aprendizaje del perfecto encaje individual en el sistema que de hecho anule toda capacidad de crítica, de alternativa, de subversión.
Althusser, Illich y Robinson pueden llamarse revolucionarios, aunque sólo sea porque al ir a contracorriente en su autocomplacido contexto, reúnen alguna de las características que a un revolucionario le atribuyó Carl Jung: alguien que siempre resulta un aguafiestas. En su estilo, con la finura de una brocha, Wert ha desarrollado sin tapujos toda la filosofía del desaparecido primer párrafo del Anteproyecto de la LOMCE –no así de su espíritu ni de sus pretensiones más groseras–: los jóvenes no deberían elegir estudiar lo que les gusta, sino “en términos de su posible empleabilidad”.
La propuesta, formulada sin tapujos a favor de la deshumanización y de la obediencia servil a los caprichos del mercado, al menos sería una declaración ideológica coherente si no fuera una falsedad. Como si hoy tuviéramos idea de qué puestos de trabajo habrá dentro de veinte años. Como si quienes estudiaron lo conveniente en lugar de lo que les gustaba tuvieran hoy trabajo en lo suyo.
Una vez más, los argumentos político-educativos al servicio de la ocultación de la incapacidad del gobierno de afrontar los verdaderos problemas: nuestro mercado de trabajo no tiene capacidad para ofrecer empleo a quienes están sobradamente preparados para trabajar. En ningún campo. Es el sistema económico, no el educativo, el que tiene la pelota en su tejado.
Publicada en Periódico Escuela. Febrero de 2013

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