miércoles, 31 de octubre de 2012

Hay que pararla

Apropiándome de Enguita, Gimeno,  Beltrán, Fullan, Cuban, Hargreaves... he repetido en papeles y en clases que las reformas afectan mucho a la estructura del sistema y poco a su sustancia. Que los maestros nos adaptamos poco, mal y tarde a los supuestos epistemológicos, pedagógicos y psicológicos que inspiran las reformas, y que nuestras prácticas perfectamente pueden responder a la última ley en lo burocrático y administrativo, pero casar mejor con la ley anterior, o incluso con la anterior, o con la otra aún más antigua. Se pueden rellenar papeles LOE y trabajar a diario como en la LGE. Sin muchos problemas. Por eso mismo, también se puede trabajar superando la estrechez de una mala ley. El progreso en educación se debe a ello sobre todo.

Porque la práctica tiene que ver con los contenidos, los métodos, los recursos, los materiales, las tareas, los agrupamientos, las relaciones, los espacios... y con el pensamiento profesional y las creencias pedagógicas de cada uno.

Y estos últimos, pensamiento y creencias, se conforman más y mejor por influencia de la práctica (padecida e infligida) que por la de teorías y conceptos adquiridos durante la formación en Escuelas y Facultades. Lo que viene a ser el verdadero reto de la formación del profesorado, inicial y permanente, y confiere crucial importancia a las prácticas de enseñanza.
El problema con esta reforma de Wert es que los cambios estructurales que propone (que son los que sí se llevarán a la práctica), al contrario que las anteriores reformas desde la LGE, suponen una involución.

Y toda involución, como revela el significado de la palabra, representa volver a prácticas ya probadas, conocidas, asentadas en el recuerdo y en la historia personal de los adultos. El no suponer reto alguno para el profesorado ni desestabilizar la idea de escuela que conservan muchos padres, necesariamente tiene que tranquilizar a mucha gente.

Por una vez tendré que aceptar que una reforma puede influir notablemente en las prácticas educativas. Y dado el cariz de la propuesta, no queda más remedio que tratar de pararla. 






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