Apropiándome de Enguita, Gimeno, Beltrán,
Fullan, Cuban, Hargreaves... he repetido en papeles y en clases que las
reformas afectan mucho a la estructura del sistema y poco a su sustancia. Que
los maestros nos adaptamos poco, mal y tarde a los supuestos epistemológicos, pedagógicos
y psicológicos que inspiran las reformas, y que nuestras prácticas
perfectamente pueden responder a la última ley en lo burocrático y
administrativo, pero casar mejor con la ley anterior, o incluso con la
anterior, o con la otra aún más antigua. Se pueden rellenar papeles LOE y
trabajar a diario como en la LGE. Sin muchos problemas. Por eso mismo, también
se puede trabajar superando la estrechez de una mala ley. El progreso en
educación se debe a ello sobre todo.
Porque la práctica tiene que ver con los
contenidos, los métodos, los recursos, los materiales, las tareas, los
agrupamientos, las relaciones, los espacios... y con el pensamiento profesional
y las creencias pedagógicas de cada uno.
Y estos últimos, pensamiento y creencias, se conforman más y mejor por influencia de la práctica (padecida e infligida) que por la de teorías y conceptos adquiridos durante la formación en Escuelas y Facultades. Lo que viene a ser el verdadero reto de la formación del profesorado, inicial y permanente, y confiere crucial importancia a las prácticas de enseñanza.
Y estos últimos, pensamiento y creencias, se conforman más y mejor por influencia de la práctica (padecida e infligida) que por la de teorías y conceptos adquiridos durante la formación en Escuelas y Facultades. Lo que viene a ser el verdadero reto de la formación del profesorado, inicial y permanente, y confiere crucial importancia a las prácticas de enseñanza.
El problema con esta reforma de Wert es que los
cambios estructurales que propone (que son los que sí se llevarán a la
práctica), al contrario que las anteriores reformas desde la LGE, suponen una
involución.
Y toda involución, como revela el significado de la
palabra, representa volver a prácticas ya probadas, conocidas, asentadas en el
recuerdo y en la historia personal de los adultos. El no suponer reto alguno
para el profesorado ni desestabilizar la idea de escuela que conservan muchos
padres, necesariamente tiene que tranquilizar a mucha gente.
Por una vez tendré que aceptar que una reforma
puede influir notablemente en las prácticas educativas. Y dado el cariz de la
propuesta, no queda más remedio que tratar de pararla.
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