Todavía no hace un mes escribía esto en Andalucía Educativa:
Dejar hacer a esos grupos, no tratar de capitalizar sus esfuerzos, pero poner todas las condiciones necesarias para que existan y se difundan sus experiencias, promover la experimentación y la innovación flexibilizando las exigencias burocráticas y permitiendo la formación p2p en horario laboral, serían elementos claves de una buena política decididamente a favor de la transformación de las prácticas educativas.
Seguramente no es más que una feliz coincidencia que en el
recién celebrado encuentro #EABE14 en Úbeda hubiera un significativo número de
asesores de CEP en la organización, en la coordinación, en la participación, a
las cámaras y en los ordenadores, en la farándula si era preciso. Apoyando
desde todos los frentes la formación del profesorado, que es su negocio y su
compromiso profesional, léase moral y social.
Sea cual sea la razón, que se me escapa, veo en todo ello un
síntoma de apertura hacia, por fin, la modalidad más potente de formación del
profesorado, que no es otra que la horizontal, entre pares, no formal pero
reflexiva y crítica y cargada de intención innovadora, ilusionada, no
remunerada y ajena a las prebendas en especie a las que está ya acostumbrado el
personal, a causa (sin duda efecto colateral no deseado) de las políticas de
formación de doctrina oficial y miserable sexenio.
Se me antoja un giro de la mayor importancia hacia la
construcción de un modelo andaluz de formación menos tutor de menores y más
confiado en las capacidades profesionales de sus docentes, que si tienen algo
importante que aprender es a partir de las experiencias que ellos mismos se
cuentan, y critican, unos a otros. Puede que algo esté empezando a cambiar para
bien en la formación permanente del profesorado.
¿Los CEP animando y
protegiendo la actividad no formal de perfeccionamiento profesional? Ya era
hora. Bienvenidos sean.
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