Hace
ahora 12 años escribí un brevísimo artículo por encargo de mi buen amigo y
compañero Paco Espadas para ser publicado en un suplemento de una revista
local. Desde entonces lo he venido usando en clase, preferentemente en 4º de
Pedagogía, para introducir tres conceptos fundamentales y, sobre todo, para
enfrentar a mis estudiantes con sus creencias ideológicas (*) –mejor ancladas en su
ideario profesional que los estudios de cuatro años de carrera–, provocar el
debate y, en el mejor de los casos, ayudarles a reconstruir ese pensamiento
vulgar de hondas raíces sociales gracias a la potencia que tiene el examen de
los antecedentes, las razones y los motivos que tiene cada cual para creer
aquello que cree, enfrentándolos a evidencias y argumentos.
Titulé
aquella breve aportación Las piedras
angulares de la LOGSE o los hitos de la polémica. Mentiría si dijera que me
sorprende que un texto de hace tanto tiempo me siga pareciendo hoy perfectamente
actual. Salvando las referencias concretas a un contexto preciso, los tres
conceptos básicos del sistema educativo que abordo brevemente no sólo no han
sido debatidos dignamente (más
allá del intercambio de consignas y eslóganes de uno y de otro signo), ni mucho
menos comprendidos en toda su profundidad ideológica y ética y en sus
consecuencias prácticas para la educación de los ciudadanos, sino que resurgen
en estos días, sin ser nombrados, como consecuencia de recientes propuestas
normativas y acontecimientos en los que no es preciso detenerse ahora. Los
recortes presupuestarios, la pérdida de las horas de tutoría en Madrid, la
desaparición de los centros del profesorado en Castilla La Mancha o su
restructuración a la baja en otras Comunidades, la remodelación de la ESO y el
Bachillerato… y otros ataques soterrados a la educación pública, atentan contra
alguno de esos tres pilares que considero fundamentales. Y, como pilares que
son, están tan necesitados el uno de los otros que la amenaza a cualquiera de
ellos puede provocar si no el derrumbe, al menos la ruina del edificio.
Reproduzco
íntegramente el texto al que me estoy refiriendo, sin tocar una coma porque no
es cosa de enmascarar el contexto ni hurtar una sola idea de lo que quería
decir hace tanto tiempo. Aunque el título habla expresamente de tres claves,
hay también un fondo, el de la cotidianeidad escolar con sus contenidos, sus métodos,
su profesorado y sus necesidades de transformación; y un trasunto, el de la evaluación,
verdadero talón de Aquiles de las políticas y de las prácticas educativas. Pero
eso es harina de otro costal; quizás palabras de otro post.
LAS
PIEDRAS ANGULARES DE LA LOGSE O LOS HITOS DE LA POLÉMICA
Han
pasado diez años desde la promulgación de la LOGSE y todavía sigue suscitando
la polémica. No es de extrañar: todas las reformas educativas, desde su
nacimiento, están abocadas a ser objeto de controversia mientras dura el
sistema educativo que ponen en marcha. Los estudios sobre el particular señalan
que las reformas, puesto que son intentos de producir cambios en estructuras y
en comportamientos ya asentados por el tiempo, provocan automáticamente su
rechazo. Se trata de un mecanismo sencillo de oposición a todo lo que pueda
significar perder un equilibrio que se ha logrado, aunque éste no sea perfecto
o incluso claramente mejorable.
No
es, por tanto, preocupante que la LOGSE siga estando presente en acaloradas
discusiones y debates de profesores, padres, estudiantes o políticos. Lo
verdaderamente digno de preocupación sería lo contrario, porque seguramente
significaría que no se tienen ideas para intentar mejorarla, desde la
perspectiva de los diferentes intereses ideológicos, políticos, económicos,
culturales y sociales.
No
con intención de zanjar definitivamente la polémica, sino justamente para tratar de centrarla en
torno a ciertas cuestiones que me parecen de enorme importancia, vale la pena
intentar aclarar algunos de los aspectos más controvertidos de la actual ley de
educación. Para empezar, conviene señalar que la mayor parte de las críticas a
la LOGSE son las que tienen que ver con la Educación Secundaria Obligatoria,
que es la etapa en la que se agudizan las características generales del sistema
educativo, porque es novedosa realmente con respecto a la anterior ley de
educación y resulta de la agrupación de parte de la antigua EGB y parte del
antiguo BUP, pero con características propias y diferentes a ambas. Esos rasgos
esenciales son los que merece la pena exponer aquí.
El
primero es la Obligatoriedad. Hacer obligatoria la escuela básica hasta los 16
años (hasta los 14 en la ley anterior) debería entenderse como una conquista
social que supone el intento de elevar el nivel cultural de toda la población y
la mejora de las oportunidades educativas y sociales de todos los ciudadanos.
No puede perderse de vista algo que, por obvio, a veces se olvida: para los
estudiantes es obligatorio asistir a la escuela hasta los 16 años. No es de
extrañar, entonces, que algunos no quieran estar en ella o no acudan de buen
grado. Y no parece razonable exigir a alguien que está obligado a hacer algo
que lo haga con agrado. Pero la educación, además de obligatoria, es un derecho
para los ciudadanos. Por eso la responsabilidad de encontrar la forma de
interesar al estudiante que va a la escuela por obligación corresponde a la
escuela, mostrándole la necesidad y la utilidad del acceso a una formación con
sentido y a una cultura básica.
El
segundo principio fundamental es la comprensividad, característica clave del
periodo obligatorio. El sistema educativo actual rechaza la especialización a
edades tempranas y en su lugar elige que todos, hasta los 16 años, adquieran
básicamente la misma formación. Un sistema comprensivo como el actual,
combinado con una escolarización obligatoria prolongada, persigue evitar que
los estudiantes tengan que hacer elecciones difíciles (a veces sin retorno)
entre asignaturas o entre ramas cuando son todavía demasiado jóvenes. La
comprensividad se combina con la aparición paulatina de materias optativas, con
lo que se puede tender poco a poco y paso a paso a una cierta especialización sin
abandonar el mismo tronco común de estudios.
La
tercera característica clave es la diversidad. Hace referencia a que todos y
todas tienen derecho a adquirir una formación básica, cualesquiera que sean sus
capacidades, necesidades, habilidades, intereses, etc., y sea cual sea su sexo,
la religión que profesen, la etnia a la que pertenezcan, el grupo social,
económico o cultural, etc. Para atender al principio de la diversidad es
necesario que la tarea escolar sepa adaptarse al individuo y no al revés. El de
la diversidad es un lema educativo y social que habla de la igualdad de todos
ante el derecho a la educación y de la tarea que tiene la escuela de tratar de
compensar las desigualdades de origen de las personas, sean éstas personales o
sociales. Dicho de otra manera, en lugar de ocuparse solamente de quienes
pueden estudiar sin dificultad porque tiene capacidad, habilidad, actitud o
interés, la escuela obligatoria de la diversidad debe aceptar el reto de
intentar compensar la falta de tales atributos para ayudar a mejorar las
oportunidades escolares y sociales de todas las personas.
Los
principios mencionados (obligatoriedad, comprensividad y diversidad) exigen que
los estudiantes vayan pasando de curso tan automáticamente como sea posible,
porque sería tramposo obligarles a asistir a la escuela, ofrecerles a todos la
misma formación y hacerles repetir curso año tras año. Porque eso sería una
manera de volver a la selección que trata de evitar la comprensividad, y ahora
culpando a los propios alumnos de su fracaso: si la escuela es para todos y a
todos se les ofrece lo mismo, que tengan éxito o fracasen se deberá sin duda a
ellos mismos y no a lo que las escuelas ofrecen. En lugar de eso, es tarea de
la institución educativa ingeniárselas para hacer que todos vayan adquiriendo
los conocimientos y las habilidades básicas en el máximo grado posible. Para
eso es necesario adoptar medidas que permitan atender a la diversidad de ritmos
de aprendizaje, intereses, etc. En otras palabras, la repetición indiscriminada
de curso sería la herramienta perfecta para poner pronto a cada cual en su
sitio, convirtiendo un sistema comprensivo en otro que sería, de hecho,
selectivo. Y está demasiadas veces probado que la procedencia social y cultural
de los estudiantes está íntimamente relacionada con el aprovechamiento escolar,
de modo que acabaríamos negando en buena parte de los casos (si no en la
mayoría) la labor compensatoria de la escuela, puesto que tendrían éxito en
mayor medida quienes menos necesitan del esfuerzo de la educación y fracasarían
quienes por su procedencia requieren más esa ayuda.
Harina
de otro costal es que para convencer a quienes no quieren estar de que vale la
pena que estén; para ayudarles a adquirir una formación suficiente; para
hacerlo a partir de sus propias capacidades, necesidades e intereses… es
necesario un esfuerzo por parte de todos: de comprensión del problema y de los
propósitos de la educación básica por parte de la sociedad en su conjunto, de
compromiso por parte del profesorado y de las familias, y de responsabilidad
por parte de las administraciones públicas para proveer generosamente unos
medios que hasta ahora escasean y para apoyar una labor profesional, la
educativa, cada vez más difícil a tenor de las más y mayores demandas que reciben
la escuela y el profesorado de la sociedad.
(*) Sobre el concepto de creencia ideológica:
“La formación de creencias
ideológicas y su influencia en el Pensamiento Profesional ”, en Rivas Flores,
I. (coord): Profesorado y Reforma:¿un cambio en las prácticas de los docentes?,
pp.73-80. Ed. Aljibe. Málaga, 2000. ISBN: 84-95212-74-9.
“El análisis de las
creencias del profesorado como requisito de desarrollo profesional”, en Angulo
Rasco, Barquín Ruiz y Pérez Gómez (coords.): Desarrollo profesional del
docente: política, investigación y práctica., pp. 661-683. Ed. Akal, Madrid,
1999. ISBN: 84-460-1128-X.
“Las
creencias del profesorado y su desarrollo profesional”, en Sanz Giménez, J. y
Bernal Bravo, C. (coord.): Centros de profesores y perfeccionamiento
profesional docente, pp. 47-60. Servicio de Publicaciones de la Universidad.
Almería, 1999. ISBN: 84-8240-196-3.
Tienes razón Miguel, tres piedras angulares han caracterizado a la LOGSE y a la LOE: obligatoriedad, comprensividad y atención a la diversidad; sin embargo, corren tiempos de contrarreforma: la Iglesia Católica sigue considerando un derecho propio impartir una buena educación, el adoctrinamiento de los niños y niñas, decir qué es aceptable moralmente; para ello no va a dejar escapar la coyuntura política (el Partido Popular le debe mucha publicidad gratuita desde los púlpitos) Tratan de desmontar estos principios, basándose en un hipotético rotundo fracaso del sistema educativo público, en especial en la ESO, así hablan ya de quitar un curso académico a la educación secundaria para dársela al Bachillerato. No obstante, considero que el principio de la comprensividad no ha resultado tan efectivo como debiera porque requiere una serie de condiciones que no se han dado a lo largo de estos años. Recuerdo un libro publicado por Álvaro Marchesi en el año 2000 donde recordaba que “deben existir unas condiciones que permitirían un mejor funcionamiento de la educación comprensiva: cuidar especialmente la educación infantil y primaria. Habitualmente las soluciones se centran en la ESO. Pero aquí ya es tarde porque los alumnos pueden haber acumulado un gran retraso académico o estar totalmente desmotivados. Establecer condiciones específicas para los centros que escolaricen un porcentaje importante de alumnos con fracaso escolar: máximo de 20 alumnos por aula, ampliación de los departamentos de orientación y los gastos de funcionamiento de los centros, incorporación de trabajadores sociales para colaborar en programas de educación familiar, apoyo especial a los profesores y el mayor tiempo disponible para la tutoría y el trabajo en equipo. Elaborar un proyecto educativo y curricular que sea sensible a la diversidad del alumnado. El desarrollo de un plan de acción tutorial, la información a las familias, la oferta de materias optativas, el seguimiento de aquellos alumnos con más problemas de aprendizaje (pero también de aquellos con mayores capacidades, la reflexión sobre la cultura de los alumnos y sobre sus formas de participación, son los temas más importantes que deben formar parte del proyecto de centro. Asegurar que todos los centros educativos sostenidos con fondos públicos, incluidos los concertados escolarizan alumnos con mayor dificultad o riesgo de abandono y que la distribución sea equilibrada. Todos los centros educativos públicos deben ser comprensivos.
ResponderEliminar¿Se han cumplido estas condiciones?, el profesorado ¿hemos asumido que la comprensividad, la obligatoriedad y la atención a la diversidad van unidas?, que un sistema educativo público y justo (para el cual trabajamos y nos pagan por ello) requiere que nos involucremos en propuestas innovadoras, de trabajo coordinado, en equipo, con una continua intención de mejorar nuestras prácticas educativas. Las distintas administraciones educativas no han facilitado estas condiciones necesarias, en muchos casos siguen una planificación centralizada, sin dar autonomía a los centros, con un visión “soviética”, poco facilitadora de proyectos innovadores; los sindicatos tampoco han contribuido, muchas veces los sistemas de asignación de personal a los centros (los sindicatos controlan y condicionan las políticas de personal) lleva a situaciones donde profesores deben trabajar con una tipología de alumnado para la que no están preparados. Si soy sincero, pienso que entre todos hemos contribuido a que la educación pública en nuestro país no haya dado una respuesta completa al reto al que se enfrentaba, hemos dado argumentos a los reaccionarios y neo-liberales que quisieran un sistema dual: pública para las clases más desfavorecidas e inmigrantes y concertada o privada para las clases medias y altas. Siempre con una visión de meritocracia y de esfuerzo; como buenos cristianos tienen en cuenta el principio del derecho a la educación, pero olvidan, no tienen en cuenta para nada el principio de la igualdad de oportunidades.
Felipe Rodríguez