Alguna vez tenía que inaugurar este blog. No estoy seguro de tener la constancia necesaria, y desde luego me falta convicción, seguridad de tener algo que decir que merezca la pena, algo que justifique el que alguien dedique unos minutos a leerlo y no tenga que lamentarse de haber perdido el tiempo. Porque esa pérdida, la del tiempo, es la más lamentable: no hay modo de recuperarla ni compensarla.
Y pretender que uno tiene algo que decir es de una arrogancia, de una petulancia, de una soberbia tal, que sólo si lo que dice resulta merecer la pena, sólo entonces, y aun de eso no estoy completamente seguro, hay penitencia que rebaje la capitalidad del pecado.
Soy de los que piensan que padecemos inflación de textos pedagógicos o que lo pretenden. Y sin embargo, también soy de los que piensan que la mejor estrategia de formación reside en la comunicación de ideas, proyectos y experiencias, que una de las peores lacras de la profesión estriba en que los maestros escribimos poco y leemos menos. Pero eso no evita que piense que son demasiados los posts, artículos, informes, capítulos y libros publicados bajo el asunto genérico "educación" que reproducen teoría ociosa, prejuicios, creencias ideológicas, verdades del barquero o, sencillamente, banalidades, bajo el disfraz de una elaborada grandilocuencia o, las más de las veces, refugiadas en pura y simple demagogia.
Desde luego que no me parece mal que la gente opine. Opina Juan el de la tienda de mi calle, lo hace el veterinario que ha operado a mi perro Camarón, el funcionario que me pasa el IBI al cobro opina, y cada hijo de vecino con el que me tropiezo a cada rato tiene su opinión sobre todos y cada uno de los tópicos del día que se refieran a la educación. Pero las suyas, respetables como las que más, son opiniones vulgares, en el sentido más noble del término. Las de quienes nos dedicamos a educar, en cualquier nivel del sistema educativo, son opiniones profesionales. O eso me gustaría.
Hace años que descubrí que de nada valía discutir sobre cuestiones pedagógicas con quienes no comparten códigos, conocimientos y perspectivas del mismo campo o de la misma área. No conduce más que al agotamiento, porque al argumento que trata de ser razonado se oponen demasiadas veces creencias ideológicas, intereses, motivos y pulsiones: irracionalidad en estado puro.
Lo peor es cuando eso exactamente es lo que pasa también con colegas de profesión, tan sometidos a las presiones de la cultura social dominante como cualquiera, tan desprevenidos frente a la avalancha mediática (redes sociales incluidas) como el que más.
Frente a la comunión con tales consignas sociales no hay más antídoto que la reflexión. Y la reflexión exige al menos un material abundante y variado sobre el que reflexionar, y tiempo; suficiente tiempo para considerar cuidadosa y detenidamente los datos a la luz de sus antecedentes y de sus posibles consecuencias. El vertiginoso intercambio de información (de fragmentos de ella, al menos) no favorece precisamente ninguna de las dos condiciones, ni promueve un estilo reflexivo que permita ejercer la crítica en su sentido auténtico. Posicionarse hoy frente a la noticia, muchas veces tiene más que ver con quién nos ofrece su versión, con nuestras filias y fobias hacia la fuente, que con el hecho en sí, porque adherirse a la opinión de quien respetamos, admiramos o queremos es inmediato mientras que conocer los entresijos del hecho en sí reclama un esfuerzo reflexivo para el que no siempre tenemos la mejor disposición, los datos necesarios o el tiempo requerido.
En los dos últimos días le ha tocado el turno a las idas y venidas por la red de opiniones sobre la supresión de las tutorías en Secundaria en la Comunidad de Madrid, y de exigencias en su contra. El #quierotutoría y el #Escuelasinesperanza han progresado geométricamente, remitidos por cientos de personas que, como yo, creen que la tutoría es una actividad docente (repito, docente; por tanto, no un añadido ni tarea profesional exclusiva del orientador) de la mayor importancia.
También yo reclamo más y mejor atención a la acción tutorial con adolescentes, y veo con preocupación y desasosiego el rumbo que están tomando las cosas en la escuela de este país, de cuyo compás la supresión de las tutorías no es sino un indicador más.
Pero creo que, en las denuncias de la inconcebible arbitrariedad que se comete en este caso, no he encontrado ni un atisbo de autocrítica ni de análisis reposado que permita entender cómo es posible que la política neoliberal más miope reprima de un plumazo lo que debería ser una práctica educativa consolidada, respetada, apoyada y hasta reclamada por el profesorado y por la ciudadanía. Razones ha de haber para que eso suceda sin que la contestación profesional y ciudadana salga de los muros virtuales de las redes sociales. Supongo que una mala interpretación de los resultados de PISA, reclamando la vuelta conservadora a los estudios de lo básico (Back to Basics, se llamó ese movimiento en USA hace ya treinta años) está en el origen remoto de todo ello, asumida tanto por la clase política, como por los ciudadanos, como por, lamentablemente, buena parte del profesorado.
En once años como profesor de EGB y más de veinte en la Universidad, he conocido y conozco experiencias de tutoría excelentes, ejemplares, dignas de ser difundidas, comunicadas y emuladas. He conocido y puedo recomendar algunos proyectos educativos que giran en torno a una idea profunda, pedagógica y sólidamente argumentada de tutorización, en la que engarzan todas las tareas y actividades de áreas y materias. Pero he conocido más repasos, preparación de controles, tests de todo tipo y clases, ocasionales pero al uso, de fraternidad, colaboración o solidaridad, que lo que todos parecemos entender por tutorías. Clases, por cierto, que si se imparten en la "hora" de tutoría es porque no caben en los programas, en los métodos ni en los procedimientos de las de matemáticas, geografía o filosofía. Pero eso es harina de otro costal.
"Esas" tutorías son prescindibles, y son mayoría. Si las "otras" se hubieran convertido en imprescindibles para la educación; si fueran bien valoradas por el profesorado, sentidas como labor profesional de primera magnitud; si los padres sintieran que se les está quitando algo esencial para la educación de sus hijos; si cambiarlas por alguna hora más de una materia de prestigio popular (y, me temo, profesional) no tuviera el respaldo de la población y del colectivo docente... ni Aguirre ni nadie se hubiera atrevido a suprimirlas.
Por algo será.
Con la convicción de haber experimentado la EMOCIóN 2.0 a traves de la TRIBU 2.0 y de conocer al que escribe a través de mi buen amigo Felipe...se que la falta de constancia se irá difuminando, por ella misma, porque es tanto y tan rico lo que hay en este post que en cuanto se produzca "la ola" suave, la que nos invita a zambullirnos en ese mar de Málaga y dejarnos llevar por su aguas...surgirá la necesidad de encontra ese tiempo de soiego para reflexionar en voz alta, en voz virtual diríamos mejor...
ResponderEliminar¡Como no suscribir lo aqui escrito si soy maestra de Infantil! y todo, todo el mundo sabe lo que hay que hacer mucho mejor que yo misma ¡por mas empeño que pongo en formarme tras 34 años de carrea docente! y por mas que comparto que lo bonito es educar, no instruir y eso, sin tutores ... es quedarse sin la mar.
Gracias por el esfuerzo de romper el umbral de la privacidad para compartir reflexiones.
Un saludo
Mercedes @londones
Mi hija ha tenido en 2º de bachillerato una tutora que no le daba clase, ¡ni una sola clase!
ResponderEliminarAnte mi extrañeza se me contesta desde el instituto que ha sido por arreglos en el horario.
Tampoco allí parece que consideraran imprescindible (o por lo menos efectiva) esta figura.
Desde luego esto no quiere decir que sea deseable hacerla desaparecer; lo deseable es que se desarrolle esa función con un mínimo de respeto hacia los estudiantes.
Interesante post.
Me gustaría hacerme seguidora, pero parece que la opción no funciona.
Un saludo.
Gracias por el comentario, Conchita. Ni siquiera sé todavía cómo se hace para que la gente pueda seguir el blog. Cuando lo descubra... pero dudo que haya mucho que seguir, palabra. Lo de la falta de constancia...
ResponderEliminarAl final he podido hacer el "seguimiento", ¡un placer!
ResponderEliminarSiempre he pensado y pienso, que las medidas políticas se toman por dos motivos: por medidas económicas o por ignorancia. Descartando la medida económica (la labor tutorial no es remunerada), me quedo con la segunda.
ResponderEliminarSoy defensor a ultranza de las tutorías. De las de pasillo, de las del recreo, de las que hago en el grupo de montañismo, e incluso de las horas de tutoría. Comparto la opinión contigo de muchas cosas, incluso en la de no tener un blog.
Pero hay una que me chirría un poco, ¿de verdad pensamos que la inmensa mayoría de los padres se echarían a la calle por defender un bien de sus hijo como son las tutorías?. Creo que actualmente no. Creo que la defensa de la educación pasa precisamente por los educadores que estamos inmersos en la labor.
PD: Espero sinceramente que te funcione bien el blog, pues aunque yo sea incapaz de mantener uno, disfruto y admiro a los que si lo hacéis.
Gracias, Fermín. Un comentario muy atinado que comparto completamente y que me anima. Un saludo.
ResponderEliminarRecomiendo sobre el tema la opinión de Víctor Cuevas y, sin dudarlo, los comentarios añadidos al final. Sin desperdicio el de Lola Urbano, que suscribo sin mover una coma.
ResponderEliminarhttp://victorcuevas.es/educadores21/archives/1473
En educación secundaria, especialmente en el primer ciclo, pero también en Bachillerato, el espacio - tiempo de tutoría es prácticamente la única ocasión en la que los alumnos y alumnas pueden compartir sus problemas, sus intereses, cómo les va en las diferentes materias (totalmente académicas), solventar problemas de disciplina, desde un enfoque grupal, en muchos centros funcionan por asambleas de clase.
ResponderEliminarLas competencias básicas (DeSeCo) nos hablan de interactuar en grupos heterogéneos y colaboración como competencias básicas, pues bien, la tutoría es el momento o la ocasión en que el grupo de clase puede hacer una reflexión, tomar una determinación y argumentarla.
En nuestro plan de acción tutorial así lo contemplamos:
La Tutoría está pensada para atender de modo prioritario la dimensión formativa integral que han de recibir los chicos y chicas. Una tarea que exige que la intervención de los tutores y tutoras, y de todo el equipo educativo, se abra a las preocupaciones de los alumnos y alumnas, contribuya a su esfuerzo por conocerse mejor, forme competencias para el juicio crítico y el diálogo, sea cuidadosa con las relaciones interpersonales con los iguales y con los adultos, impulse la convivencia y la participación del alumnado en la vida del centro y, en definitiva, los haga más autónomos y más solidarios.
En la wiki de nuestro departamento de Orientación, el espacio tutoría tiene una página donde intentamos recoger muchas de las propuestas que se llevan a cabo en las tutorías.
ResponderEliminarhttp://orientacionconchamendez.wikispaces.com/TUTORIAS